miércoles, 18 de septiembre de 2013

Un compañero hasta el entierro

Se me enfría el alma. Estoy agonizando en este tiempo de la nada misma, sin motivos por los cuales pedirle a mi corazón que cante y baile…
La soledad no es un mal, en absoluto. Es bueno encontrarse a uno mismo, quererse, mimarse y darse los tiempos. Hablo de esa soledad de no poder encontrar a alguien con quien compartir un vino, una conversación, silencios y carcajadas. Aquella por la cual sonríes de día y descansas de noche, a quien le entregarías la paciencia que no tienes, la voluntad que a veces es poca y el amor que siempre sobra. Un compañero de aventuras, un compañero que esté ante la mínima arruga…
Empiezo a pensar cuán importante es el amor en la vida de las personas, más allá de las otras cuestiones. El amor es el motor de todo, todo lo cuestiona, todo lo libra, todo lo relaja, todo lo puede. Sin él, la vida no tiene el sabor, ni el gusto, o el tacto, o el color de una película romántica. Sin él, la vida es un estar estático y quisiera que su aroma erice mi piel, sus palabras despierten mi imaginación y su cuerpo alimente mi alma.
Quisiera sentirme viva de nuevo…


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