Era de pelo largo y oscuro, de rasgos fuertemente marcados, de largas pestañas y grandes cejas. Sus ojos noche mostraban la profundidad y el abismo de su alma. En aquella mirada no cualquiera podía detenerse, en aquella mirada no cualquiera podía verla. El brillo de sus ojos lo movían todo y la lágrima, esa gota cargada de sal y de dolor, acompañaba el calor de la piel, haciendole cosquillas mientras marcaba su rumbo. Se deslizo por la mejilla, y se refugió en el último rincón antes del vacio. Ahi se quedó y ahi se secó.
Pasó sus manos delicadas y suaves por sus mequillas y ojos... Suspiró... El nudo en su garganta quizo apoderarse de ella y la mente jugarle una mala pasada. Volvió a suspirar aún más profundo, miró al espejo y no se reconoció. Llevó sus manos empapadas de agua hacia su cara, la lavó bien, se secó con una toalla de mano y sonrió. Miró de nuevo al espejo y se dijo: Ahí estas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario